Todavía un niño, Javier Rubio se quedó embobado viendo el Lotus de Mario Andretti en el Gran Premio de Japón de 1976. Coincidencias o el destino, fue el primer piloto y monoplaza de Fórmula 1 que vio en vivo nada más llegar al Circuito del Jarama. Desde entonces, se quedó enganchado para siempre. Y aunque lo intentó por otros caminos, estaba escrito que profesionalmente terminara vinculado a la Fórmula 1. Hasta hoy.
Periodista y comentarista televisivo vinculado al deporte del motor, de niño solo vivía para jugar al fútbol. Pero llegó la bicicleta y, como la Fórmula 1, también se convirtió en otra de las pasiones de su vida. Sin duda, la bici ganó por goleada. También, hasta hoy.